No tengo nada en contra del shauarma, cuando está bien hecho, cosa que no siempre sucede. No tengo nada en contra de los restaurantes chinos o japoneses, como el extraordinario Kikuchan de la calle Numància. Pero me repatean el hígado la impostura de la inmensa mayoría de restaurantes de diseño que han acabado con la cocina de este país.
Q. Monzó