Sí, lo que me dio Faulkner fue permiso para entrar en la lengua a hachazos, y el atrevimiento del enunciado, la poderosa voz invencible que echa a andar dentro de un hombrecillo inseguro. Fue la violenta libertad. Él es quien me permite ser atrevido, aunque con demasiada infrecuencia, cierto es: esa audacia, o esa inconsciencia, esa fuerza sin réplica, esa forma tan desahogada de impostar la voz en un registro intermedio entre El libro de los reyes y el último monólogo de Macbeth, eso es lo que, gracias a él, me atrevo a esperar.
P. Michon