Esta es la desgracia del lenguaje escrito. Puede resucitar los
sentimientos, el tiempo perdido, los azares que enlazan un hecho con
otro, pero no puede resucitar la realidad. La realidad no resucita: nace
de otro modo, se transfigura, se reinventa a sí misma en las novelas.
La sintaxis o los tonos de los personajes regresan con otro aire y al
pasar por los tamices del lenguaje escrito, se vuelven otra cosa.
T. Eloy Martínez
T. Eloy Martínez