Con frecuencia he pensado que la mejor forma de vida para mí consistiría
en encerrarme en lo más hondo de una vasta cueva con una lámpara y todo
lo necesario para escribir. Me traerían la comida y me la dejarían
siempre lejos de donde yo estuviera instalado, detrás de la puerta más
exterior de la cueva. Ir a buscarla, en camisón, a través de todas las
bóvedas, sería mi único paseo. Acto seguido regresaría a mi mesa,
comería lenta y concienzudamente, y enseguida me pondría de nuevo a
escribir. ¡Lo que sería capaz de escribir entonces! ¡De qué
profundidades lo sacaría! ¡Sin esfuerzo! Pues la concentración extrema
no sabe lo que es el esfuerzo. Lo único que quizás no perseverase, y al
primer fracaso, tal vez inevitable incluso en tales condiciones, no
podría menos que hundirme en la más grande de las locuras: ¿qué dices a
esto, mi amor?
F.Kafka