Es un hecho curioso que a los novelistas les gusta hacernos creer que
los almuerzos son invariablemente memorables por algo graciosísimo que
se dijo, o algo muy prudente que se hizo. Pero es raro que concedan una
palabra a lo que se comió. Forma parte de la convención novelística no
hablar de sopa ni de salmón ni de patos, como si la sopa y el salmón y
los patos carecieran de importancia; como si nadie hubiera fumado un
cigarrillo o bebido un vaso de vino.
V.Woolf
V.Woolf